Anualmente, los hogares costarricenses desperdician 473.131 de toneladas de alimentos; eso quiere decir que, cada tico, tira a la basura unos 91 kilogramos de comida. Así lo destaca el Índice de Desperdicio de Alimentos, un informe elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) que toma en cuenta datos del 2022 en tres sectores: comercio minorista, servicios de comidas y hogares.

Anteriormente, un estudio realizado por el Centro de Investigación en Economía Agrícola y Desarrollo Agroempresarial (CIEDA-UCR) había calculado el desperdicio de alimentos en 365.609 toneladas al año, esto a partir de datos recolectados entre 2018 y 2020. En términos per cápita, estos serían unos 72 kilogramos anuales por persona.

A nivel mundial, el informe de PNUMA estimó el desperdicio en 1.050 millones de toneladas anuales (incluyendo residuos alimentarios y partes no comestibles), lo que equivale a 132 kilogramos per cápita. De ese total, el 60% del descarte se produjo en los hogares, el 28% en los servicios de comida y el 12% en el comercio minorista.

Debido a su descomposición, ese desperdicio genera entre el 8% y 10% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero (GEI). También provoca pérdida de biodiversidad al ocupar el equivalente a casi un tercio de la superficie agrícola mundial.

Sin embargo, tan sólo 21 países han incluido este tema en su Contribución Nacionalmente Determinada (NDC, por sus siglas en inglés). “El proceso de revisión de las NDC en este 2025 ofrece una oportunidad clave para aumentar la ambición climática mediante la integración de la pérdida y el desperdicio de alimentos”, se lee en el informe.

En el caso de Costa Rica, el desperdicio de alimentos no está explícito en la actual NDC que data del 2020. No obstante, sí se contempla la gestión integral de residuos y, dentro de esta, se aborda particularmente el tema de residuos orgánicos. En este sentido, el país se comprometió a que 10 municipalidades hayan implementado el Plan Nacional de Compostaje al año 2025. Asimismo, ya se cuenta con una Estrategia Nacional de Economía Circular que puede brindar un marco para trabajar el tema del desperdicio de una manera más específica.

Asimismo, aprovechando el proceso de revisión que inicia este año, se presenta una oportunidad para abordar el desperdicio de alimentos en las Estrategias y Planes de Acción Nacionales en materia de Diversidad Biológica (NBSAP, por sus siglas en inglés). Esto con miras a cumplir la meta 16 del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, que insta específicamente a reducir a la mitad el desperdicio mundial con plazo a 2030.

Acción desde los hogares

En el mundo, los hogares son responsables del 60% del desperdicio de alimentos (unas 631 millones de toneladas). Para dimensionarlo: se descartan al menos 1.000 millones raciones de comida cada día. En promedio, cada persona está desperdiciando 79 kilogramos de comida al año desde lo que consume en casa.

Esto sucede en un mundo donde 783 millones de personas aún padecen hambre y un tercio de la humanidad se enfrenta a inseguridad alimentaria. De hecho, esta cifra de desperdicio de alimentos en hogares equivaldría a dar 1,3 comidas diarias a todas las personas con hambre.

En el caso de Costa Rica, más de 400.000 personas viven en pobreza extrema. Las medidas para prevenir el desperdicio de alimentos podrían ayudar a mantener alimentos inocuos y saludables en el sistema alimentario para así cubrir las necesidades energéticas de esta población.

En cuanto al impacto en la economía mundial del desperdicio de alimentos, este se calcula en un billón de dólares anuales y los datos de PPNUMA reflejan que no es sólo es un problema presente en países ricos, ya que los niveles de desperdicio en los hogares difieren en los niveles medios observados para los países de renta alta, media-alta y media-baja en tan sólo 7 kilogramos per cápita.

“No sólo se trata de un grave problema de desarrollo, sino que los efectos de este desperdicio innecesario están causando costes sustanciales al clima y a la naturaleza. La buena noticia es que sabemos que si los países dan prioridad a este problema, pueden revertir significativamente la pérdida y el desperdicio de alimentos, reducir el impacto climático y las pérdidas económicas, y acelerar el progreso hacia los objetivos globales”, declaró Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.

Empeoraría con incremento de temperatura

En su informe, PNUMA notó una correlación entre temperatura y desperdicio de alimentos: los países más cálidos parecen generar más desperdicio de alimentos por persona a nivel de hogar.

“Las temperaturas estacionales más altas, los episodios de calor extremo y las sequías dificultan el almacenamiento, el procesamiento, el transporte y la venta de alimentos de forma segura, lo que a menudo provoca que se desperdicien o se pierdan volúmenes significativos de alimentos”, se lee en el reporte.

Desde la perspectiva de la cultura alimentaria, otra posible explicación del por qué los países más cálidos podrían tener mayores tasas de desperdicio en hogares radica en los tipos de alimentos consumidos.

“En los países más cálidos se consumen más alimentos con cáscara más gruesa y, por tanto, se generan residuos no comestibles más pesados (frutas como el plátano o la piña, por ejemplo), lo que a su vez podría generar más residuos. En el caso de los alimentos que se consumen en todo el mundo, es posible que se estropeen o dejen de ser comestibles antes en los países más cálidos que en los más fríos”, se señala en el informe.

Una tercera explicación deviene del manejo de los alimentos mediante las cadenas de frío. Un mayor descarte de comida en países cálidos “también podría ser un reflejo del acceso a infraestructuras como frigoríficos domésticos o instalaciones de cadena de frío a lo largo de la cadena de suministro, que repercuten en el estado en el que los hogares reciben los alimentos”.

Sin embargo, estas son tan sólo hipótesis que aún deben investigarse. Los autores del informe señalan que es necesario contar con datos sobre tipos de alimentos que se descartan y la causa detrás del desperdicio.

De allí, la importancia de la recolección de datos a nivel nacional que permita comprender estas dinámicas. Por ejemplo, este informe se centró en hogares porque era el sector que contaba con más datos y también porque estos representaban a países con el 85% de la población mundial.

Por el contrario, las estimaciones para los sectores de servicios de comida y comercio minorista eran muy inciertas debido a conjuntos de datos más pequeños, que se concentraban en países de ingresos altos.

Del mismo modo, una limitante que tiene este índice es que la fabricación avanzada -en la que se combinan varios productos- no pudo estimarse, por lo que existen pérdidas y desperdicio de alimentos adicionales que no se pudieron contabilizar.

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