Árboles que sueltan sus hojas antes de tiempo, especies que florecen dos veces en el año e incluso una serpiente que se supone debe estar a una altitud mucho más baja pero ahora se observa en las partes altas, son algunas de las observaciones que investigadores han realizado en los bosques de San Vito de Cotos Brus, las cuales podrían atribuirse al cambio climático.

La Estación Biológica Las Cruces se encuentra aproximadamente a seis horas de la capital, pertenece a la Organización para Estudios Tropicales (OET) desde 1973 y, desde entonces, recibe a investigadores y estudiantes que quieran realizar estudios en ecosistemas de bosque tropical húmedo premontano. Cuenta con el Jardín Botánico Wilson y un área de bosque de 355 hectáreas, abocada a la restauración ecológica.

Ubicado a 1.150 metros sobre el nivel del mar, podría pensarse que ese bosque está en alguna medida protegido de los efectos del cambio climático dada la altitud, pero -si bien la temperatura no se siente igual que en San José- los investigadores ya empezaron a hacer anotaciones en sus cuadernos de campo sobre los cambios que están observando, y eso les preocupa.

Muestra de la biodiversidad que puede observarse en la Estacón Las Cruces de la OET.(Créditos: Nina Cordero)

Observaciones

Rodolfo Quirós, encargado de la parte académica de la estación, lleva 23 años trabajando en el lugar y señala que se han visto cosas que antes no ocurrían. Por ejemplo, algo les está pasando a las flores de itabo (Yucca guatemalensis). Estas deberían florecer únicamente en marzo de cada año, pero el verano del 2014 fue muy largo y coincidió con que el “veranillo de San Juan” también se prolongó, por lo que estas plantas florecieron nuevamente en agosto.

Un doble florecimiento conlleva un gasto energético bastante alto para la planta, lo cual trae consigo consecuencias graves. “El itabo no produce semillas porque no tiene polinizador en el país, ya que esta es una especie introducida. El gasto energético que la planta hace se va a reflejar en su crecimiento”, explicó Quirós.

En el caso de otras especies, un alto gasto energético podría resultar en que la planta no produzca suficientes flores o que esas mismas flores no generen semillas de calidad. Ejemplo de ello es el árbol de corteza amarilla (Handroanthus ochraceus). Esta especie suelta sus hojas a mediados de octubre, pero -a principios de septiembre del 2023- Quirós  empezó a notar hojas caídas. Esto podría deberse a que las plantas detectaron un aumento en la temperatura que las personas no sintieron.

Este árbol luego de botar sus hojas, dura dos meses sin ellas hasta que luego florece masivamente. Eventualmente bota sus flores, que ya fueron polinizadas, y se producen las semillas. Este es un ciclo normal que, si se mantiene de octubre a marzo, no hay problema. Sin embargo, en vista de que está botando sus hojas antes, ya no es lo mismo que llegar hasta octubre, por lo que tiene que invertir más energía de la que tiene acumulada para mantenerse sin hojas hasta la floración. Según Quirós, probablemente estos árboles van a tener problemas porque no tendrán la misma energía a la hora de florecer.

“Si hay poca floración, eventualmente va a haber menos semillas y esto también va a afectar a todos los animales que están asociados a esas flores como los polinizadores y otros que llegan ahí. Entonces se va a crear una cadena de eventos, solamente porque hubo un cambio al inicio del proceso”, comentó Quirós. 

La estación biológica brinda laboratorios, hospedaje y alimentación a los investigadores que quieran realizar estudios en el bosque.(Créditos: Nina Cordero)

Señal de alerta

Sofía Rodríguez, directora de programas académicos de la OET, considera preocupante que se estén viendo las consecuencias del cambio climático en un lugar tan alejado de la Gran Área Metropolitana (GAM) y además en un sitio que está protegido por bosques. En este sentido, considera que la reducción de emisiones es urgente y no puede esperar más.  

“Que se esté sintiendo en un bosque que es protegido, y cómo se ha sentido en otros bosques de las estaciones de investigación de la OET, es preocupante. Uno pensaría que es un bosque, que todo va a estar muy bien, que no lo va a afectar, pero los cambios son claros”, señaló la bióloga.

Asimismo, Rodríguez comentó que en las diversas estaciones de la OET se han realizado investigaciones que demuestran que un cambio mínimo en la temperatura durante las noches hace que los árboles crezcan menos, lo que disminuye su capacidad de absorción y fijación de carbono. 

En cuanto a los animales, la bióloga señaló que algunas especies de pájaros tienen migraciones altitudinales y se mueven conforme florecen algunos árboles, ya que se alimentan de sus frutos. Sin embargo, si la floración no ocurre, estas especies tendrán que buscar otra fuente de alimento y esto también puede representar un gasto energético adicional, lo cual se puede reflejar en su salud.

Quirós comentó que actualmente están trabajando en un plan remedial para hacerle frente al cambio climático. Esta estrategia está pensada a largo plazo y con foco en las alteraciones de la floración, ya que si las plantas dependen de un único polinizador en un momento determinado, en el instante que este agente haga falta, no tendrán semillas.

Por otro lado, el encargado de la estación admitió que no es fácil entender el cambio climático, ya que en cinco o diez años el panorama puede cambiar bastante rápido. Es por eso que están viendo los problemas que ocurren actualmente para ver cómo pueden resolverlos y qué consecuencias tendrán a mediano y a largo plazo.

Parte de las tierras, que ahora pertenecen a la estación Las Cruces, pasaron de ser potreros a inicios de la década de 1970 a un bosque restaurado en la actualidad.(Créditos: Nina Cordero)

Una medida: restauración

El enfoque de la Estación Biológica Las Cruces está en la restauración ecológica. Un ejemplo de ello es el territorio “Melissa”. Este, según Quirós, se adquirió en 1998, y un año después iniciaron con la restauración. Se sembraron árboles de especies nativas en 12 hectáreas, otras dos hectáreas se quemaron para ver el efecto del fuego en el zacate. 

La restauración es una de las medidas más útiles que se pueden tomar ante el cambio climático y se suscribe a lo que se conoce como soluciones basadas en la naturaleza. Esta es una forma de adaptación para especies de flora y fauna porque favorece el hábitat y los corredores biológicos, lo cual permite a los seres vivos lidiar con el incremento de temperatura ofreciendo un refugio para las especies que deben migrar a lugares más altos con temperaturas más bajas.

Sin embargo, aún existe un vacío de información en la relación entre la restauración y el cambio climático. Si bien existen estudios generales, no se han realizado investigaciones específicamente sobre el bosque y cómo este va ser afectado a largo plazo.

“Algo que no se ha hecho es ver cómo los esfuerzos de restauración se van a ver afectados por el cambio climático. Con el aumento de temperaturas se puede estudiar cómo se va ver afectada la germinación de semillas, su crecimiento o cuáles son las mejores especies para restaurar”, comentó Rodríguez.

En este sentido, Las Cruces quiere convertirse en un hub de intercambio de información sobre restauración ecológica. Rodríguez confesó que le gustaría que la estación fuera un punto de convergencia entre investigadores, con el objetivo de que conversen sobre los resultados de sus investigaciones y colaboren entre sí para próximos estudios.

“El año pasado hicimos un taller e invitamos a mucha gente que está haciendo restauración. Quedó muy claro que, cuando la gente empezó a hablar de las experiencias, el intercambio de información se sentía como una necesidad. Aquí se podría aprovechar para encontrar soluciones y metodologías de restauración”, añadió Rodríguez.

Sofía Rodríguez, por parte de la Organización para Estudios Tropicales (OET), y Felix Loh, por parte de Gardens by the Bay, firmaron un convenio de cooperación entre ambas instituciones el pasado mes de octubre.(Créditos: Mario Fernández)

Primer esfuerzo: Gardens by the Bay

Como parte de los esfuerzos que ha realizado la OET, ahora el Jardín Botánico Wilson se ha aliado a Gardens by the Bay. Este es un jardín en Singapur, el cual recibe 14 millones de visitantes al año.

La alianza inició hace unos meses, cuando el jardín singapurense notó que hace 40 años habían recibido plantas de Costa Rica, justamente del Jardín Botánico Wilson, y eso los motivó a retomar las relaciones.

“Les interesa saber cómo son los esfuerzos de conservación que tenemos; también a nivel educativo, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con la inserción de la educación ambiental a través de las diferentes materias en los colegios”, señaló Quirós.

Según el encargado de la estación, también se encuentran interesados en comprender cómo funcionan los bosques lluviosos y analizar el clima de Costa Rica. Esto para poder trasladar plantas hasta Singapur y mantenerlas vivas en un ambiente que las haga crecer de manera saludable.

Para el Jardín Botánico Wilson, esta alianza es de gran valor ya que les permite mejorar sus bases de datos en cuanto a la taxonomía; esto quiere decir que podrán identificar las plantas que provienen del sureste asiático de una mejor manera.

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